Miguel Ángel Vega entra a territorios inaccesibles. Con una perseverancia asombrosa, también logra contactar a sicarios, ‘mulas’, ‘halcones’, viudas con ánimo de venganza y capos. Es el hombre invisible que está detrás de las grandes coberturas de medios extranjeros sobre el narcotráfico en México. Su labor ha puesto en riesgo su vida, pero quiere seguir en el oficio porque tiene un anhelo mayor: terminar su película.
Vega nació en Culiacán, capital de Sinaloa, el estado del noroeste mexicano que es la cuna de leyendas recientes del narcotráfico como Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, y su sucesor, Ismael ‘El Mayo’ Zambada. En este territorio del Pacífico también iniciaron en el jugoso negocio Pedro Avilés; Miguel Ángel Félix Gallardo, ‘El jefe de jefes’; Amado Carrillo Fuentes, ‘El señor de los cielos’; Ernesto ‘Don Neto’ Fonseca Carrillo; y Rafael Caro Quintero.
En sus inicios en el periodismo, Vega trabajó en el periódico local Noroeste cubriendo la nota roja, un género que en México implica ver la violencia extrema en primera fila y ser testigo del dolor de los familiares de las víctimas que son asesinadas en plena calle y a cualquier hora del día.
La labor del ‘fixer’
Estar en esta fuente fue un gran taller para su formación como periodista y le permitió cosechar contactos que después le abrirían las puertas como ‘fixer’, un complicado oficio que requiere de paciencia, de un conocimiento sobrehumano del terreno local y de tener facilidad de habla para ganarte a tu fuente. Para esto último, Vega encontró en el ego la clave para que los criminales acepten entrevistarse con él y el equipo, ya que termina “vendiéndoles esa idea de que es una buena oportunidad para enviar un mensaje, para dejar un testimonio de quiénes son, por lo que han pasado y lo que les toca vivir”.
En entrevista con RT, Vega reflexiona sobre el oficio: “El ‘fixer’ es casi una figura invisible que no se le da el crédito o el reconocimiento, ni siquiera algo tan elemental como es un seguro de vida“.
Para el periodista sinaloense, la labor del ‘fixer’ va más allá de traducir a corresponsales extranjeros, tramitar permisos para hablar con autoridades y criminales o visitar locaciones —como la capilla de Jesús Malverde, el ‘santo de los narcos’; o los Jardines del Humaya, con sus impactantes ‘narcomausoleos’—, sino que es fundamental evaluar los riesgos de los lugares a reportear para intentar, dentro de lo posible, que todos se mantengan a salvo.
“La confianza nunca existe”
Pero garantizar la seguridad en el país más peligroso para ejercer el periodismo es casi una tarea imposible, más cuando la labor consiste en acercarse a individuos armados hasta los dientes que recelan de todos a su alrededor. Al final del día, Vega se mueve en un mundo basado en la desconfianza, en donde es difícil convencer a grupos criminales de dar accesos a cargamentos de droga o laboratorios de pastillas sintéticas porque hay muchos millones de dólares en juego, además de la posibilidad de ser arrestado o, en el peor de los casos, ser extraditado a EE.UU.
“La confianza nunca existe”, explica, “lo que se consigue es “una especie de pacto en donde te dan cierta apertura para que tú puedas acceder a ciertas cosas”. Pero esos accesos tienen límites, más cuando se trata de entrevistar a algunos de los hombres más buscados por los gobiernos de México y EE.UU.
“Hay un filtro muy fuerte que te impide que llegues a las cabezas del Cártel de Sinaloa. Por ejemplo, yo durante muchos años busqué entrevista con ‘El Chapo’, con otros líderes del Cártel de Sinaloa, y nunca las pude lograr, porque hay un filtro, y ese filtro te impide que avances más en la búsqueda de un acceso que puede ser único”, cuenta.
Entrevista con familia del ‘Chapo’
Aunque nunca pudo entrevistar al ‘Chapo’, Vega conoció la casa en donde creció el capo y se sentó a comer con su madre, María Consuelo Loera López. En una de esas visitas cenó con ‘Doña Consuelo’, como la llaman.
“Es una señora honorable, la verdad es que es una buena persona. Sus hijos son criminales, la verdad, pero ella no deja de ser una dama cristiana, honorable”, refiere.
Cuando Vega y un periodista español, llamado Pablo, cenaban con ‘Doña Consuelo’, llegaron al domicilio varias camionetas con decenas de personas armadas. Entre ese grupo estaba el hermano del Chapo’, Aureliano Guzmán, conocido como ‘El Guano’.
Vega recuerda que ‘El Guano’ se portó muy amable al principio de la velada hasta que interrumpió la conversación, se volteó hacia Pablo y le preguntó muy seriamente si era un agente encubierto de la Agencia Antidrogas de EE.UU. (DEA, por sus siglas en inglés), el mayor miedo de los capos mexicanos ante una posible extradición a EE.UU.
“Todos nos quedamos así como un poco sacados de onda, y como que estaba fuera de contexto la pregunta. Y al rato vuelve a insistir, pregunta como tres veces y a la tercera había mucho nerviosismo de mi parte. Cuando estuvimos fuera de ahí, Pablo me dijo: ‘yo pensé que en cualquier momento me iban a sacar de ahí y me iban a llevar a un cuarto y me iban a empezar a torturar’. Yo le digo: ‘todos pensamos lo mismo”.
Peligros del oficio
En su libro ‘El Fixer’ (editorial Aguilar), Vega cuenta también cuando llevó a dos periodistas extranjeros a un pueblito enclavado en la sierra de Sinaloa. Con muchos años de oficio y con el conocimiento que tiene de su tierra natal, Vega sintió el peligro del entorno mientras conducía el vehículo. En segundos, un comando de 20 hombres los detuvo, los bajó del automóvil y los encañonó, mientras el cineasta se apresuraba a mostrar su gafete de prensa para que no los mataran.
Ese día salvó su vida y la de sus acompañantes. En sus años profesionales, fue la ocasión en la que estuvo más cerca de morir, aunque no sería la última.
En octubre del 2019, Vega inició con la asignación de una cadena televisiva para hacer un reportaje sobre la violencia en Ciudad Juárez, en el estado fronterizo de Chihuahua. Por medio de sus contactos, logró llegar con las ‘Viudas de la muerte‘, un grupo de mujeres que se dedicaban a vengar la muerte de sus parejas a manos de la célula criminal de La Nueva Empresa. En plena grabación de uno de sus acompañantes, un sicario apodado ‘El 78’, un grupo rival comenzó a disparar a la vivienda en la que se encontraban e inició una violenta escena que dejó más de 150 casquillos.
‘El 78’ murió en un hospital, mientras que el director del documental fue herido en una pierna y la bala le fracturó el fémur. Los demás resultaron a salvo. Vega pensó en que sería la última asignación que aceptaría como ‘Fixer’.
“Debido a ese incidente yo quedé traumatizado e hice una transacción con mis fantasmas. Yo iba a escribir un libro e iba detallar lo que había pasado a cambio de que mis demonios me dejaran en paz y yo poder salir adelante con mi vida”, dice Vega.
Narcocultura en Sinaloa
Desde su natal ciudad, Vega reflexiona sobre cómo en Culiacán “se ha aprendido a vanagloriar a los narcotraficantes”.
“Un joven de 10 o 12 años, en cualquier otro país del mundo quiere ser el próximo Michael Jordan, el próximo Messi, el próximo Ronaldo. En Culiacán, no. El sueño de los chicos es ser el próximo ‘Chapo’, el próximo ‘Mayo’, tener todo el poder, todo el lujo, todo el dinero, las mejores mujeres, los mejores autos, las mejores casas”, cuenta.
“El triunfo de los fracasos”
Aunque se prometió a sí mismo que la terrible experiencia en Ciudad Juárez sería la última como ‘fixer’, Vega se mantiene en el oficio por su obstinación en sacar a la luz y en financiar la distribución de su tercer película, ‘Antes que amanezca’, un thriller policíaco de suspenso que retoma la leyenda del vampiro.
Se lo debe también a las personas que han fallecido en el proceso de la película, incluyendo al actor Rogelio Guerra, y sus dos padres. “Ha sido mucha la espera, se ha perdido mucho en el camino. Cuando estrene esta película va a ser el triunfo de los fracasos“, concluye Vega, el hombre invisible del periodismo.
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