El historiador estadounidense Nick Wilding ha descubierto que el manuscrito atribuido a Galileo Galilei, conservado en la biblioteca de la Universidad de Míchigan es, en realidad, una falsificación realizada durante la década de 1930, según manifiesta la propia institución.
Desde hace casi un siglo, el centro académico custodia una hoja fechada el 24 de agosto de 1609 con supuestas inscripciones del astrónomo italiano.
El texto consta de dos partes. En la mitad superior, se presenta un telescopio recientemente construido al ‘dux’ (de la palabra ‘líder’ en latín) o dirigente de la República de Venecia. Mientras que la inferior contiene algunas observaciones sobre las lunas de Júpiter. La versión final de la carta y las notas completas se encuentran en el Archivo Estatal de Venecia y en la Biblioteca Nacional Central de Florencia, respectivamente.
La existencia del documento se dio a conocer por primera vez en 1934, año en que se subastaron artefactos recopilados por un rico coleccionista de manuscritos y libros antiguos.
Se indicó que entonces la autenticidad del manuscrito de Galileo fue establecida de cara a la subasta por Pietro Maffi, cardenal y arzobispo italiano de Pisa, quien vivió entre 1858 y 1931. Adquirido por Tracy McGregor, un hombre de negocios de Detroit y ávido coleccionista de libros y manuscritos, el documento fue donado después de su muerte a la Universidad de Míchigan en 1938.
El historiador estadounidense Nick Wilding, de la Universidad Estatal de Georgia, quien estaba trabajando en un nuevo libro sobre el físico italiano, se interesó por el borrador de la carta del científico, que se encuentra en la biblioteca de la citada universidad.
Sin embargo, en mayo del 2022, el curador del museo de la universidad, Pablo Álvarez, recibió un correo electrónico de Wilding preguntando sobre la marca de agua y la procedencia del manuscrito, y expresando serias dudas sobre su autenticidad.
Wilding supuso que el supuesto manuscrito de Galileo es una falsificación del siglo XX realizada por el conocido falsificador Tobia Nicotra. “Después de que nuestros propios expertos estudiaran su evidencia más convincente, sobre el artículo y la procedencia, y reexaminaran el manuscrito, estuvimos de acuerdo con su conclusión”, sostiene el museo.
La clave del éxito de los investigadores estaba en el papel en que estaba redactado el documento.
Wilding prestó atención a que la marca de agua en el papel contiene los monogramas de su autor: ‘AS’ y el lugar de redacción ‘BMO’. El último monograma designa la ciudad italiana de Bérgamo, pero la ciencia no conoce ningún otro documento con tal marca de agua escrito antes de 1770, mientras que Galileo murió en 1642.
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