Una parte considerable de los contagios de coronavirus podrían haberse producido en un número limitado de eventos públicos, informa The Washington Post.
Uno de estos eventos es el que tuvo lugar en East Lansing (Míchigan, EE.UU.), donde el número de contagios se elevó rápidamente de dos a 187 personas, 144 de las cuales se infectaron en el mismo restaurante. La funcionaria de salud local Linda Vail señaló que ese contagio multitudinario fue precedido por una negligencia en el distanciamiento social.
“Las mesas estaban separadas 1,8 metros, pero nadie estaba sentado. Actuaba un DJ, así que la gente gritaba y la pista de baile comenzó a llenarse”, explicó.
El brote de East Lansing es —al igual que el famoso caso de la Iglesia de Jesús Shincheonji, en Corea del Sur, y muchos otros— uno de los ‘eventos supercontagiadores’ que desempeñan un papel importante en la propagación del covid-19, opinan varios expertos. Uno de ellos, Donald Milton, de la Universidad de Maryland, cree que ese tipo de reuniones son “el talón de Aquiles” de la enfermedad.
“Si se pudieran detener estos eventos, se podría detener la pandemia. Aplastaríamos la curva”, asegura el investigador.
Propagación mediante efecto aerosol
La inmensa mayoría de los eventos supercontagiadores tienen lugar total o parcialmente en espacios cerrados. Eso —y la gran cantidad de personas que se contagian en el mismo lugar y al mismo tiempo— fortalece la convicción de algunos científicos de que el coronavirus se propaga no solo a través de gotas relativamente grandes de fluidos, como las que se trasmiten durante una conversación entre dos personas a poca distancia y sin mascarilla, sino también mediante partículas mucho menores y más numerosas que se esparcen como un aerosol.
“Cada vez está más claro que la pandemia está impulsada por eventos supercontagiadores y que la mejor explicación para muchos de esos eventos es la transmisión de aerosol”, cita The Washington Post a José Luis Jiménez, de la Universidad de Colorado en Boulder.
El papel de los supercontagiadores
Al mismo tiempo, es evidente que solo una pequeña fracción de reuniones multitudinarias acaba generando un brote. Esto puede significar que la capacidad de transmitir el SARS-CoV-2 varía fuertemente entre los individuos. Los datos corroboran esa suposición, ya que, mientras que algunos infectados no contagian a nadie, otros resultan enormemente peligrosos para los demás.
Las estimaciones varían. Según el análisis de un equipo de médicos británicos, un 80 % de los contagios fuera de China se deben a solo un 10 % de los portadores. Otro estudio sobre el brote en Hong Kong supone que un 20 % de los infectados fueron responsables de un 80 % de las transmisiones, un 10 % fue responsable del contagio a una o dos personas y el 70 % de los contagiados no infectaron a nadie. Resultados similares se observaron en varios otros países.
Eso puede significar que sería más eficaz buscar no a los infectados sino a los potenciales superportadores, señala The Washington Post con refencia a sus expertos. Otra solución propone limitar las situaciones que posibilitan contactos aleatorios, como los que se dan en el transporte público, bares y restaurantes, y por otro lado suavizar las restricciones de contactos regulares como los que tenemos en el trabajo o la escuela. Esta estrategia tendría como resultado que los focos del brote se limitarían a grupos más o menos cerrados.
Al mismo tiempo, el profesor de la Universidad de Hong Kong Yuguo Li opina que la propagación por aerosol obliga a reconsiderar el rol de los sistemas de ventilación. En particular, menciona un caso de contagio en un restaurante de la ciudad china de Cantón, donde solo se infectaron tres familias que ocupaban tres mesas concretas, mientras que ni los demás comensales ni los trabajadores del local enfermaron. Eso podría explicarse por el movimiento del aire creado por el aparato de aire acondicionado del local, cree el investigador.
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