Los restos óseos de una mona araña encontrados en las ruinas de Teotihuacán, un sitio declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO en el Altiplano Central mexicano, han proporcionado nuevas pruebas sobre los lazos sociopolíticos entre la élite local y los gobernantes indígenas mayas.
El estudio publicado este lunes sostiene que la hembra de este primate, que no habita en la parte central del México actual, fue presentada como un preciado regalo para fortalecer los lazos entre dos grandes potencias de la América prehispánica.
Mediante el uso de múltiples técnicas, los científicos lograron reconstruir la vida y la muerte del animal, encontrando que probablemente tuviera entre 5 y 8 años de edad cuando fue enterrada viva durante un ritual.
Cuando la autora principal, Nawa Sugiyama, de la Universidad de California en Riverside (EE.UU.), encontró el fósil en 2018, se preguntó cómo la mona habría llegado a la región y por qué habría sido sacrificada.
Las pistas cruciales proceden de la ubicación de los restos, ya que Teotihuacán fue un importante centro de intercambio cultural e innovación en la Mesoamérica clásica, donde se encuentra la Plaza de las Columnas, un complejo en el que los mayas tenían una especie de embajada moderna.
Los restos del primate se hallaron en dichas instalaciones rodeados por una colección de objetos de gran valor, como artefactos de piedras preciosas y fragmentos de cerámica, lo que fue una prueba más de un intercambio en los niveles más altos y que precedió al posterior ascenso del Estado de Teotihuacán y a la intervención militar en las ciudades mayas en el año 378 d. C.
Los resultados del análisis químico de dos dientes indican que, antes de su cautiverio, vivía en un entorno húmedo y se alimentaba con plantas y raíces. Después de ser capturado y llevado a Teotihuacán su dieta era más parecida a la de los humanos, incluyendo maíz y chiles. Se cree que la primate podría ser compañera de sus nuevos dueños.
“Es un momento muy emocionante para hacer arqueología porque la metodología está por fin aquí”, dijo a la AFP Sugiyama.
Al final, el animal tuvo una muerte mediante un entierro en vivo, común entre los sacrificios humanos y animales en Teotihuacán, señalaron los científicos.
“Tenemos que entender y contextualizar estas prácticas culturales […] y lo que significaba para uno ser capaz de sacrificar lo más preciado”, dijo la investigadora principal.
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